La hambruna asolaba el país. Ya no quedaban ni plantas ni raíces que arrancar. Todos los animales, hasta los domésticos, habían desaparecido y en algunas casas habían comenzado a hervir libros y cinturones de cuero para alimentarse.
Una mujer llevaba varias noches soñando con los cuerpos diminutos de sus hijastros metidos en una olla. Los niños, a su vez, soñaron con que su madrastra se acercaba a ellos, cuchillo en ristre y escaparon al bosque. Tras caminar durante horas vieron una casa que les pareció de cuento. Olía a pastel de chocolate y ante la puerta pastaba una vaca enorme, amarrada al cercado. Cuando se disponían a desatarla, apareció la vieja dueña que, al ver sus caras famélicas, les invitó a entrar para que pudieran comer.
Cuentan que desde aquel día los niños se quedaron allí a vivir y que sus penurias terminaron. De la anciana nunca más se supo.
(150 palabras)
«Homo homini lupus est» (o algo asó que el latín y yo…)
Mucho mejor que el abrecartas. Estos niños felices en una casa de chocolate me traen mejores sensaciones.
Y por cierto, ¿hay algo con el cuento de hansel y Gretel que me haya perdido?. Es la tercera reinterpretación que leo y me parece mucha casualidad. ¿Estaréis algunos de vosotros conectados sensorialmente sin saberlo…?.
Un abrazo Miguel Angel, y a seguir escribiendo.
Miguel Ángel, que final más sorprendente que culmina un cuento dentro de otro cuento. Me ha gustado la recreación de ese ambiente apocalíptico que me ha trasportado a otras épocas leídas y que espero no ver nunca, aunque al paso que vamos no sé yo.
Un abrazo.